En este sentido, en las cuencas de los ríos Volga y Don es donde el cartógrafo flamenco Abraham Ortelius ubica Tartaria, tal y como podemos ver en el mapamundi Typus orbis terrarum [1], de 1608, donde además vemos que se diferencia Tartaria de la propia Mongolia o del Turquestán. Pero también puede, de forma más generalizada, ser utilizado para un conjunto territorial mayor, tal y como lo podemos ver en mapas como el de Guillaume de L’Isle: L’Asie [2], publicado en el año 1700, donde se refleja una Gran Tartaria para el amplio territorio de Asia Central y Nororiental, a la vez que establece tartarias menores en función del control político: la moscovita, la china y la independiente.
Esto representa lo voluble que este concepto ha sido en Europa a lo largo de la historia, hasta que la implantación del dominio ruso en la zona es completada a lo largo de la época moderna. El inicio de la difusión del término puede ubicarse en la Plena Edad Media, lo que está relacionado sin duda con la contemporánea expansión de los pueblos identificados como tártaros, las grandes sociedades nómadas turcomongolas [3]. Esta novedad terminológica la podemos atestiguar si acudimos de nuevo a los mapamundi de la época. Observamos un ejemplo claro ya del siglo XV con el mapa de Bartolomeo Pareto [4]. Si los comparamos con ejemplos inmediatamente anteriores, reparamos que es entonces cuando la cartografía medieval sustituye el término Escitia por el de Tartaria, de forma progresiva y haciéndolos coincidir en ocasiones. Podemos ver a Escitia reflejada en mapas como el Cotton World Map [5], datado en el siglo XI, o el Tournai Map Of Asia [6], fechado en siglo XII; ambos conservados en la British Library. Quizá el dato más revelador a este respecto lo vemos en el famoso mapa de Fra Mauro, elaborado a mediados del siglo XV. En él, el autor italiano ubica claramente Tartaria en la zona de la actual Ucrania y sur de Rusia. Eso sí, diferencia entre Tartaria y Tartaria Europea, siendo la frontera de ambas el Don, ubicando de esta forma la frontera de Europa en este río. Pero en el espacio del río Ixartes (el actual Syr Daria) escribe claramente que las poblaciones de allí pueden ser referidas como escitas o tártaros, lo que nos aporta el nexo entre los dos etnónimos [7].
Conviene recordar que la idea que se tiene en el occidente medieval de toda esta área y de los pueblos que la habitan tiene su origen en los autores clásicos, como no puede ser de otra forma. El propio Heródoto dedica una buena parte de su libro IV de la Historia a los escitas. Los sitúa en las llanuras al norte del mar Negro, así como en un lugar indeterminado más al este, en Asia Central [8]. El autor deja claro en varias ocasiones lo desconocido del espacio norte y noroeste del continente asiático [9], señalando claramente lo ignoto de aquellos lugares y la dificultad de obtener informaciones fiables, las cuales serán siempre de oídas [10]. Establece el límite de la información fiable en los argipeos, un pueblo de difícil ubicación que coexistiría con los pueblos escitas [11], reconociendo el desconocimiento de la geografía en los límites más alejados de Europa [12].
Esta línea es la seguida a lo largo de la época grecorromana. A este respecto, como suele ser habitual, la obra de Plinio el Viejo es determinante para comprender la formación del concepto de aquella área que se manejará en la Edad Media. Su Historia Natural, de carácter enciclopédico, fue uno de los textos más difundidos en la bibliotecas medievales. En ella hace una descripción de Escitia que servirá de referente para cartógrafos, eruditos y viajeros. A los escitas, el autor latino los ubica en una amplia región que va desde el «extremo del aquilón hasta el comienzo del oriente estival» [13], es decir, el espacio que estamos observando a lo largo de este texto. También deja claro el desconocimiento y confusión acerca del espacio centroasiático, así como el mosaico de pueblos étnicamente diferentes pero similares a ojos de un extranjero, dado su modo de vida nómada [14].
Será este el marco que los exploradores medievales deberán enfrentar a la realidad de sus viajes. Lo harán de forma que traerán de vuelta a Europa impresiones de primera mano de aquellas tierras, las cuales contarán por escrito algo que hasta entonces nadie había realizado. Las experiencias recogidas en sus relatos serán las que contribuyan a formar el concepto de Tartaria medieval. Veremos tres de ellos: Guillermo de Rubruk, Marco Polo y Ruy González de Clavijo. El primero destaca por ser uno de los primeros en relatar su experiencia y recopilar numerosos datos sobre las costumbres y la política de los mongoles. El segundo, sin duda el más famoso ya en la propia Edad Media, procuró hacer una guía de viajes para mercaderes, centrando buena parte de su relato en aspectos geográficos y comerciales. El tercero, destaca entre otras cosas por ser un noble en misión diplomática, no un religioso ni un comerciante como había sido habitual, y por mostrar un humanismo incipiente.
A la hora de abordar estos relatos debemos tener muy en cuenta el momento en el que se realizan los viajes. El impacto de los estados mongoles en el panorama asiático, que nacen a raíz de las conquistas de Gengis Kan (1162-1227), fue de tal magnitud que los europeos necesitaron conocer de primera mano el escenario de aquella nueva realidad que había sacudido por completo el tablero geopolítico. Unos bárbaros que pasaron a controlar una de las tres partes del mundo, Asia, extendiendo su dominio desde Europa hasta el Mar Océano en su extremo más oriental, incluyendo la legendaria Cathay (China). Esto convierte al Kan en el soberano más poderoso de la época y a su corte en el lugar de más importancia política a nivel global. Por ello, muchos monarcas y papas deciden enviar embajadas diplomáticas con motivaciones y objetivos similares, como son la diplomacia y el espionaje, habitualmente de la mano.
Igualmente es fundamental entender el momento en el que se encuentra la Europa cristiana, una Europa del siglo XIII que alcanzaba una notable madurez con el auge de las grandes monarquías, el culmen de un despegue demográfico que no había sido visto desde la época romana, y desde luego no visto antes en el norte del continente; el auge de un nuevo modo de vida urbano, con su artesanado, su nobleza característica o la eclosión del orgulloso arte gótico; la estabilización y expansión del espacio cristiano o la irrupción de las órdenes mendicantes, que sacuden el panorama eclesiástico; la recepción de la filosofía aristotélica, que supuso la vuelta de la experiencia como base de la construcción del conocimiento; fue esa Europa la que procuró enviar a perfiles especializados para conocer aquel mundo, para disipar la nebulosa imaginada que hasta entonces suponía Escitia o Tartaria, convirtiendo estas misiones en cuestión de Estado [15].
Viajeros europeos a Tartaria
Los tres autores que veremos como ejemplo no viajaron exactamente por los mismos espacios, aunque pudieron coincidir en varios de ellos. Sin embargo, todos hacen mención a Tartaria como lugar donde habita este pueblo, la tierra de los tártaros. Sus textos tienen en común la profusa descripción de la realidad de los pueblos turcomongoles. Es común a todos ellos el describir los asentamientos, la cultura material, el modo de vida seminómada, las formas de familia y costumbres extrañas para los cristianos europeos, lo que comían, su relación con el ganado, tanto el bovino como el equino, así como su especial vínculo con la cultura ecuestre, base de las relaciones sociales y militares.
Guillermo de Rubruk fue uno de los primeros viajeros en dejar constancia escrita de su periplo, que se desarrolló entre 1253 y 1255. En calidad de misionero, pero poseedor de cartas del rey Luis IX de Francia como si de un diplomático se tratase, recorrió la estepa de Asia Central desde Constantinopla hasta Karakorum, donde visitó la corte de Möngke Kan, nieto de Gengis Kan. Habla de las costumbres de los mongoles, por ejemplo sobre la forma de alimentarse, tanto lo que comen (destaca la descripción del comos, bebida elaborada con leche de yegua) como la manera de hacerlo, es decir, el ritual social [16]. Describe minuciosamente aspectos como los roles de género o los rituales de enterramiento [17]. Precisamente en todas estas descripciones se puede observar la importancia de la ganadería para aquellas poblaciones mongolas de mediados del siglo XIII, así como el modo itinerante de vida tan relacionado con esta actividad. En la capital, Karakorum, además de la ciudad, describe el palacio diciendo que es como una iglesia en lo que a disposición arquitectónica se refiere. Habla de varios europeos como personajes de la corte seguramente realizando labores diplomáticas, así como de prisioneros de guerra de las campañas de la Horda en Europa, de origen húngaro o ruso [18].
El relato de Polo es sin duda el más famoso de los tres a los que nos vamos a referir. Ya lo fue en su época, un auténtico éxito de difusión [19]. En sus viajes el mercader italiano atravesará Asia Central y llegará a internarse en Mongolia. Además de referirse a las distancias, itinerarios y productos presentes para el comercio en cada lugar, Polo describe de manera abundante tanto paisajes como costumbres de los pueblos que va encontrando, mostrando el crisol de culturas que supone la Ruta de la Seda. En Tangut y Campçio detalla rituales budistas [20], en Lop habla de su desierto, lleno de peligros y angustias, como los espíritus que buscan despistar a los viajeros [21], en Camul narra lo que a todas luces es un ejemplo de prostitución ritual [22]. En la propia Mongolia, describe brevemente Karakorum, la primera capital gengísida [23], así como la región original del pueblo tártaro, la llanura de Bargú, cuyos habitantes viven de forma seminómada al estilo mongol: se comportan como los tártaros [24]. Explica que los descendientes de Gengis Kan son enterrados en el macizo de Altai [25] y sintetiza la religión mongola [26]. Toda esta información calará profundamente en los ambientes letrados europeos y será tenida en cuenta como referente tal y como podemos comprobar si volvemos al mapa de Fra Mauro.
Clavijo aporta una visión mucho más humana de su viaje. En él, por ejemplo, podemos ver las dificultades que sufrió en el itinerario que le llevó hasta Samarcanda, mostrando que viajar en aquella época suponía una aventura dura, llena de penalidades. En su momento, principios del siglo XV, el imperio timúrida era sin duda el principal estado de Asia Central y del ámbito persa. Durante el siglo anterior el imperio gengísida había dado paso a entidades menores que pugnaban por el poder, lucha en la cual Timur había logrado construir un poderoso estado con capital en Samarcanda. En su viaje a esta ciudad, Clavijo cruza el Jorasán, pernocta en tiendas de los Chacatais[27] (gentilicio de Chagatai Kan, el hijo de Gengis que recibió esta zona como herencia) que encuentra por el camino y entra en la Tierra de Tartaria al cruzar el río Amur Daria (al cual llama Viadme), a la que también llama Tierra del Imperio de Samarcante en contraposición a Horazania, el Jorasán[28]. A lo largo del relato describe las costumbres de este grupo mongol, cuya pertenencia sería razón de prestigio, a la vez que da detalles sobre flora, cultivos o modos de alimentación. Además, por supuesto, describe los núcleos poblacionales de aquella región, especialmente Samarcanda[29]. Al hablar del conflicto bélico entre Timur y Toqtamish, Kan de la Horda de Oro, a este último le llama Emperador de Tartaria[30] y, cuando debe abandonar Samarcanda, relata que lo hace volviendo hacia la Tartaria, refiriéndose a ese espacio bañado por el Volga y el Don[31]. El relato de Clavijo nos da así otro ejemplo de la noción variable que se tiene de Tartaria, siendo el elemento común su ubicación al norte de los territorios tradicionales del ámbito anatolio, persa e indio y su condición de tierra habitada por tártaros. Este espacio es coincidente con el que la tradición venía denominando Escitia.
Aunque los tres viajeros tienen itinerarios diferentes, los tres confluyen en un mismo espacio mental de gran importancia simbólica, la corte del emperador. Los europeos podrán ver a través de los narradores cómo es la dinámica de corte, desde lujos y banquetes, hasta comercio de prebendas y pugnas diplomáticas, pasando por los peligros propios de las esferas de poder. A este respecto, los hechos y acontecimientos pueden ser especialmente vívidos, como le sucede a Clavijo cuando le informan de que Timur está próximo a la muerte y que debe salir de Samarcanda lo antes posible ante la situación de inestabilidad política que se puede producir [32].
En resumen, narraciones como las de Rubruk, Polo y Clavijo, pero también las de muchos otros, suponen un canal de comunicación y difusión de la realidad de los pueblos tártaros precisamente en su momento de expansión. A través de ellos en Europa se recibirá una nueva imagen de aquella vasta extensión y de sus poblaciones que modificará la idea existente hasta entonces, la cual se movía plenamente en el plano de la fantasía y de la superstición. Fue a través de estos autores como aquel mundo fabuloso pasó a ser más real y mejor comprendido. Cuando aquella extensión de terreno inmensa dejó de ser un lugar meramente imaginado para ser un lugar conocido y lo más importante, relatado, fue cuando dejó de llamarse Escitia para pasar a llamarse Tartaria.
Bibliografía
- Cunliffe, B. (2019) Océano. Una historia de conectividad entre el Mediterráneo y el Atlántico desde la prehistoria al siglo XVI. Desperta Ferro Ediciones, Madrid.
- Gadrat-Ouerfelli, G. (2015). «Marco Polo y el libro del Millón», en Arqueología & Historia n.º 29 Marco Polo y la Ruta de la Seda, Desperta Ferro Ediciones. Madrid.
- Gil, J. (1993) En demanda del Gran Kan. Viajes a Mongolia en el siglo XIII. Alianza, Madrid.
- González de Clavijo, R. Embajada a Tamerlán. Miraguano ediciones. Madrid, 2016.
- Morgan, D. (1990) Los Mongoles. Alianza editorial, Madrid.
- VVAA (2016): Mapas antiguos del mundo. Editorial Libsa. Madrid.
Fuentes clásicas y medievales. Información y enlaces a mapas
- Heródoto, Historia. Gredos. Madrid, 2008.
- Polo, M. Viajes. Akal, Madrid, 1998.
- Plinio, Historia Natural. Gredos. Madrid, 1999.
- Cotton Map (British Library MS Cotton Tiberius B v, f. 56v).
- Tournai Map of Asia (British Library Add. MS 100049, f. 64r).
- Fra Mauro, mapamundi: https://engineeringhistoricalmemory.com/FraMauro.php
Notas
[1] Ortelius Abraham (1608): Typus orbis terrarum. Mapas antiguos del mundo, lámina 9. Editorial Libsa. Madrid, 2016.
[2] L´Isle, Guillaume de (1700): L´Asie: dresée sur les observations de l´Academie Royale des Sciencies. Mapas antiguos del mundo, lámina 29. Editorial Libsa. Madrid, 2016.
[3] Para una explicación de la sociedad nómada centroasiática previa al alzamiento de Gengis Kan, ver Morgan, D. (1990) Los Mongoles. Alianza editorial, Madrid. Pág. 53 y ss.
[4] Cunliffe, B. (2019) Océano. Una historia de conectividad entre el Mediterráneo y el Atlántico desde la prehistoria al siglo XVI. Desperta Ferro Ediciones, Madrid. Pág. 32-33.
[5]Cotton Map (British Library MS Cotton Tiberius B v, f. 56v). El documento original está digitalizado y se puede consultar en la página web de la British Library. Para una consulta más interactiva se puede visitar el siguiente enlace: https://sims2.digitalmappa.org/36
[6] Tournai Map of Asia (British Library Add. MS 100049, f. 64r). Al igual que el anterior, el documento digitalizado está a disposición del público en la web de British Library. Así mismo hay una versión interactiva en: https://sims2.digitalmappa.org/36
[7] Una edición digitalizada del mapa puede consultarse en https://engineeringhistoricalmemory.com/FraMauro.php
[8] Heródoto, Historia, libro IV 16-21. Gredos. Madrid, 2008. Pág. 296 y siguientes. Concretamente identifica como escitas a las poblaciones asentadas en el territorio entre el Danubio y el Don. La presencia en una parte más oriental, separada del grupo principal, figura en ibid. IV, 22 pág. 301.
[9] Espacio que, por cierto, para Heródoto forma parte de Europa y no de Asia propiamente dicha, cuya frontera norte se sitúa entre el Mar Negro y el curso norte del Indo. Para los límites al norte de la Asia de Heródoto, ver ibid. IV 37- 40. Para su concepción de la extensión de Europa, ver ibid. IV 42, pág. 317 y siguientes.
[10] Heródoto, ibid. IV, 16, pág. 296.
[11] Hasta los argipeos, repito, se conoce el terreno; sin embargo, nadie sabe hablar con conocimiento de causa de lo que hay más allá. Heródoto, ibid, IV, 21-25 Pág, 300 y siguientes.
[12] Por lo que a Europa se refiere, es evidente que nadie conoce si, por el este y por el norte, se halla rodeada de agua, Heródoto, ibid, IV 45 Pág. 326.
[13] Plinio, Historia Natural, libro VI 34. Gredos. Madrid, 1999. Pág. 296.
[14] Plinio, ibid libro VI 51. Pág. 312.
[15] Véase Morgan, D. (1990) op, cit. Pág. 207 y ss. El autor detalla las misiones diplomáticas enviadas a los diferentes kanes a lo largo del Trescientos.
[16] Gil, J. (1993) En demanda del Gran Kan. Viajes a Mongolia en el siglo XIII. Alianza, Madrid. Pág. 296 y siguientes.
[17] Gil, J. (1993) ibid. Pág. 304 y siguientes.
[18] Gil, J. (1993) ibid. Pág. 392 y siguientes.
[19] Para el impacto de la obra de Polo en la Europa del momento, ver el artículo de Gadrat-Ouerfelli Marco Polo y el libro del Millón, en Arqueología & Historia nº 29, Desperta Ferro ediciones. Madrid. 2015.
[20] Polo, M. (1998): Viajes. Akal, Madrid. Pág. 123 y siguientes para Tangut y 133 y siguientes para Campçio.
[21] Polo, M. (1998): ibid. Pág. 120 y ss.
[22] Polo, M. (1998): ibid. Pág. 126 y ss.
[23] Polo, M. (1998): ibid. Pág. 136-137.
[24] Polo, M. (1998): ibid. Pág. 153 y ss.
[25] Polo, M. (1998): ibid. Pág. 143-144.
[26] Polo, M. (1998): ibid. Pág. 146.
[27] González de Clavijo, R. (2016) Embajada a Tamerlán. Miraguano ediciones. Madrid. Pág. 153.
[28] González de Clavijo, R. (2016) ibid. Pág. 158 y ss.
[29] González de Clavijo, R. (2016) ibid. Pág. 218 y ss.
[30] González de Clavijo, R. (2016) ibid. Pág. 225 y ss.
[31] González de Clavijo, R. (2016) ibid. Pág. 229 y ss.
[32] González de Clavijo, R. (2016) ibid. Pág. 216-217.
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